Archivos Mensuales: febrero 2008

mariposa traicionera

Esta historia nada tiene que ver con traiciones ni desencantos. Es la historia de una mujer que un día quiso separar lo que sentía su alma de lo que sentía su cuerpo y salió jodida. Nadie nunca la entendió, nadie jamás la perdonó, pero a ella fue a quien le tocó la tristemente célebre tarea de justificar cómo aquello que sentía su alma solamente podía liberarse a través de cada poro de su cuerpo.

Cada palpitación en su dedo índice, cada torrente de adrenalina, cada latido acelerado, la convencían de que simplemente tenía que hacerlo. «Tuve que besarla y que ese beso rompiera mis labios», me dijo.

Y quién soy yo para juzgarla. No puedo meterme en su cabeza y entenderla. No, no pude entenderla. Es difícil elevarme y pensar que algo que vaya más allá del cuerpo simplemente esté atado a dejar hacerse de esa manera, que más bien a mi me parece que tiene que ver con un instinto animal que con algún sentimiento «supremo». Pero ese era su argumento.

Y sí, creí que estaba loca. Pero ahora que lo pienso, conoces alguna otra manera de expresarle a alguien que lo amas que vaya más allá de la piel que tenemos. En qué clase de jaula inmensa estamos encerrados???

-Cuando ese amor va más allá se llama «sacrificio y paciencia», replicó.

-Sacrificio y paciencia, repetí en voz alta, reclamándole una explicación.

Quién se creía que era para enseñarme lecciones de amor ¿Ah?. Yo que me había olvidado de todas esas cursilerías baratas del galanteo, y ya tenía mi historia escrita…

– ¿Qué más sublime que tus ganas?, me preguntó para dejarme sin respuestas. «Esa no es la forma más etérea de saber que me amas y que deseas esto tanto como yo», recordó textualmente… para luego clavarme su mirada cual hacha afilada que busca sólo una respuesta.

Qué podía decirle mientras sentía sus huesos crujir entre mis brazos, cómo podía responderle si sólo podía pensar en sus cabellos rozando mis manos, en mis dedos mientras jugueteaban infantiles con su pelo suelto. Lo admito, era una autómata de mis deseos. Una esclava de sus intenciones. Una más de sus trofeos.

-«Que par de tontas» alcanzó a susurrar en mi oído.

Y nos entregamos al más mortal de los actos. Y finalmente pude volar sobre sus alas.

MW